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lunes, 9 de abril de 2012

Pub Lunquer Funker, un remanso fiolosófico en mitad del caos

Los amantes de la filosofía están de enhorabuena, por fin un lugar lejos de las miradas indiscretas de los incultos ciudadanos de a pie ha sido erigido en la ciudad de Buenos Aires para satisfacer las necesidades de los más festivos y románticos, los filósofos Luqueiros, nacidos de entre las agrestes y calizas rocas de la pampa argentina y repudiados, masacrados y menospreciados hasta la saciedad por la comunidad filosófica del cono sur hasta hace escasas generaciones.
Joanquin Lunqui, uno de los más implicados en el proyecto y accionista mayoritario del establecimiento lo deja claro desde el inicio: “Que ningún colorado hijo o hija de pachecos se digne a venir por aquí, nuestro derecho de admisión es exclusivo y excluyente” y es que como nuestro lectores asiduos sabrán, los pachecos fueron los principales detractores de esta extraña corriente allá por los años 70, en plena expansión de las drogas recreativas clorhídricas, el gran factor común y el pistón que movía el engranaje exhortativo de los Luqueiros.
“Predicamos el amor libre y el intercambio de fluidos de forma tal que de las posturas que nuestros miembros, en sentido literal, puedan adoptar, se creen letras, y en base a esas letras indagamos en torno a los mensajes que la diosa sílfide pueda enviarnos desde su remanso de inestabilidad”
Sí, por supuesto, la frase más famosa de los Luqueiros preside el establecimiento, frase dicha el 6 de diciembre del año 76 por el malogrado Pilches Cadence, presidente de la asociación “Descubra a los Luqueiros” y gran difusor de esta corriente en su momento de más auge.
La frase no fue escueta, y el tablón que la sostiene ocupa todo el largo de la barra del local, unos 14 metros
aproximadamente.
A la derecha, sofás de dudosa inclinación horizontal y orificios varios sirven de sostén para aquellos que se agolpan en torno a las mesitas, sobre las que se sirven los más diversos platos y riegos.
La iluminación es quizá lo más interesante de este extraño y postmodernista entorno “buscamos confundir, no hay luces que brillen durante más de tres segundos, y tenemos colocados unos 230 leds en la sala, es por ello que se alcanza casi sin proponérselo este estado de éxtasis tan fácilmente” comenta el interiorista Feddy Rolando.
La confusión se torna casi en sodomía si observamos los extraños puntales que cada dos o tres metros adornan el local. La forma fálica, como es lógico no es casual, aunque Freddy insiste en que son homenajes de carácter floral a Sílfide.
El ambiente del local queda culminado con la música que Dj Coco, contratado durante casi un mes como gran atractivo para la inauguración del Lunquer, remezcla y remezcla hasta la saciedad.
Cuando salimos del local lo hacemos transtornados y confusos, la filosofía Lunquiana es difícil de conceptualizar y de comprender en su conjunto, sus premisas no, clarificadas de forma decisiva con un cartel al que no pude evitar hacer una foto:
Jensen Castro

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